El taller de teatro como instrumento para una
formación integral de la persona supera muchos de los límites actuales de los
métodos de enseñanza.
En
primer lugar, se
hace necesario reflexionar
sobre cómo la
escuela ha mutado
y se ha
ido adaptando a los
complejos y vertiginosos cambios
que han sufrido
nuestras sociedades en
los últimos siglos. La
educación escolar básicamente
sigue igual que
cuando surge embrionariamente al hilo del desarrollo de los estados nacionales
hasta su posterior reconocimiento como institución social fundamental,
universal y obligatoria (Varela, 1991). En ese largo camino desde los siglos
XVI y XVII hasta el siglo XXI la imagen
de un centro
y un
aula han cambiado
poco. Se podrían
hablar de mejoras
cuantitativas pero limitadamente
de las cualitativas.
(…) los centros siguen siendo espacios
cerrados a su entorno, con una función principal de custodia, las clases son habitáculos
con pupitres que atomizan, inmovilizan e individualizan a los alumnos/as
(Varela, 1991:53).
El
profesor ocupa la
clásica posición jerárquica sobre
los alumnos/as para
facilitar una pedagogía transmisiva, Freire
lo llamaba “pedagogía
bancaria” (Freire, 1980:75-77), se echa
el contenido en
las cabezas de los
alumnos/as para que
después se regurgite
en el examen.
Y se mantienen,
en no pocos casos, los
dispositivos sancionadores como
medios de normalización y
control (Foucault, 1978:175-197).
Resulta
triste pensar que
la educación deba
basarse en la
pena (exámenes, suspensos,
repeticiones de curso, separación
y concentración de
alumnos/as en guetos
escolares, etc.) como
único recurso para motivar e incentivar a los futuros
ciudadanos de una sociedad “desarrollada”. Tonucci (1979) explicaba, que
no era
buen comienzo si
el alumno/a tenía
que enfrentarse a
dos formas de
violencia al ingresar
en la escuela, por una parte, se elimina el
juego, la curiosidad, la diversión, el descubrimiento y la investigación
autónoma del niño/a, y por otra parte, se desprecia su vocabulario, su lenguaje
o su expresión corporal.
El taller de teatro o la metodología teatral
supera gran parte de estas limitaciones y se convierte en un excelente complemento, iría
más lejos, puede
significar un elemento
fundamental para el
trabajo
educativo y para la misma vida.
Hay
que tener presente
que muchos pensadores
han reflexionado sobre
el hecho de
que las personas se
comportan como actores
que representan roles
en la vida
cotidiana, Goffman (1971) sistematiza el
modelo de la
dramaturgia teatral para
explicar los comportamientos de
las personas en distintas
situaciones de la
vida. Goffman utiliza
el modelo dramatúrgico para
interpretar nuestro comportamiento pero
el tema del
teatro de la
vida es antiguo,
ya lo tenemos
en Calderón de
la Barca y Shakespeare.
Por qué reclamamos este protagonismo para el taller de
teatro como método.
Primero, porque se parte del juego como base
de la actividad humana (Huizinga; 1972),
es decir, el juego como soporte de una actitud activa y dinámica que facilitará
la asimilación de los aprendizajes del taller, partimos del principio de que no
se puede realizar
bien una actividad
que no se
haya experimentado.
Segundo,
porque potencia el desarrollo de la expresión oral y corporal como
elementos fundamentales de la comunicación humana.
Tercero, porque su metodología es
participativa, democrática, fomenta la cooperación, el trabajo en grupo y
estimula la reflexión sobre las distintas actividades convirtiéndose en un
vehículo para transmitir valores de tolerancia, respeto, solidaridad, crítica y
denuncia.
Esta metodología, las actividades que se realizan y
los contenidos que se aprenden en el taller nos pueden resultar más útiles para
la vida que esa ingente cantidad de información que debemos memorizar durante
tantos años de escolarización. Incluso, puede reforzar la formación base y
facilitar la asimilación de la
formación complementaria que,
cada vez más
asiduamente,
requieren las empresas
y los nuevos puestos de trabajo. Los nuevos
puestos laborales tienden a ser más versátiles y cambiantes, producto de la
paulatina transición en las sociedades desarrolladas del cuestionado modelo
fordista (Piore y Sabel, 1990) al postfordista emergente (Coriat, 1993).
En el taller de teatro aprenderemos una serie de
destrezas y competencias ricas y fundamentales para la vida cotidiana, en todos
sus ámbitos, incluido el omnipresente mundo laboral.
-
Fomentar la
capacidad para pensar, razonar, criticar o tener iniciativas (por ejemplo a
través de improvisaciones,
análisis colectivos de
las escenas y
los ensayos,
aportaciones y modificaciones
sobre la obra o los ejercicios, etc.).
-
Otras
competencias estarían relacionadas con la comunicación, debemos leer e
interpretar lo leído, hablar con
corrección, vocalizar y
expresarnos con fluidez
(se puede conseguir
con lecturas dramatizadas y debate sobre el texto, vocalización, hablar
en público, expresión oral y corporal, etc.).
-
Otro tipo
se encaminaría a la adquisición
de habilidades de
carácter social, por
ejemplo, trabajar en grupos,
desenvolverse en las
relaciones interpersonales, organizar
y planificar el trabajo
colectivo y el
individual (a través
de ejercicios de
desinhibición ante el
público, dinámicas y trabajo
en grupo, coordinación del
trabajo de escena
y los distintos
papeles, diseño, planificación, organización, adquisición y ejecución
del vestuario y los decorados, etc).
Escrito
por:
Gabriel Robles Gavira y Diana Civila de Lara